En los últimos años, la sociedad española ha sido testigo —y partícipe— de un cambio casi radical escrito con material de reciclaje. Casi sin darnos cuenta, en apenas unos años, hemos conseguido que el gesto de separar residuos sea absolutamente natural y cotidiano. Y los beneficios de esta transformación están fuera de toda duda. Es posible que una de las razones del éxito de la separación de residuos tenga que ver con el sistema tan sencillo que se ha impuesto en nuestro país. Lo cuenta Óscar Martín, consejero delegado de Ecoembes: “En España tenemos fundamentalmente cuatro contenedores: amarillo para los envases de plástico, latas y tetrabrik; azul para el papel y el cartón; verde para los envases de vidrio; y naranja, gris o marrón —según el municipio— para el resto de residuos que no van a los anteriores”. Casi todos los países europeos tienen un sistema similar, pero con peculiaridades. Estas son algunas de las más curiosas.
Es, probablemente, el caso que más envidia produce, porque es el país europeo que más envases recicla, un ejemplo a seguir. Su sistema —por colores y tipos de envases— es muy similar al español, pero con variaciones que complican un poco la cosa. Las bolsas de basura son oficiales (no vale cualquiera), no son baratas (entre 1 y 2 euros, según tamaño) y hay un color para cada tipo de residuo. Además, no se pueden sacar al contenedor cualquier día. Si yerra en el color o en el día, pueden llegar a multarle…
Además del sistema de contenedores, hay otro que solo vale para reciclar envases de bebidas: el sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR). Los ciudadanos pagan un impuesto cuando compran ese tipo de envases que se les devuelve solo si los depositan en perfecto estado en unas máquinas situadas en los supermercados donde los compraron. No es cómodo para los usuarios y conlleva grandes costes para los comercios por lo que muchos países los han descartado. También es así en Suecia.
Pueden presumir de que solo el 1% de la basura doméstica que producen sus ciudadanos acaba en vertederos. Lo han conseguido con un sistema denominado, en sus siglas en inglés, WTE —Waste To Energy, algo así como de basura a energía—. Los desechos se transforman en energía incinerándolos con un sistema de filtrado menos contaminante que la mayoría. Tal ha sido el éxito del método que, en 2012, comenzaron a importar basura de otros países.
Los vidrios deben ser separados por colores. ¿El motivo? El vidrio coloreado no puede volver a ser transparente. Es decir, que con las botellas de color verde o ámbar solo se fabrican otras botellas de color.
Sus habitantes deben limpiar las botellas y quitarles las etiquetas antes de depositarlas en el contenedor. Los envases de plástico y los tetrabrik deben ser doblados y apilados para que ocupen menos espacio.
No tiene un código de colores de contenedores único. Cada Ayuntamiento decide el suyo, de modo que uno debe informarse antes de echar la basura a los contenedores. También es conveniente preguntar el día que pasa el camión de la basura, porque es cuando hay que trasladar las bolsas a los cubos.
Fuente: El País